miércoles, 28 de julio de 2010

LOS SILFOS

Los habitantes del cuarto éter (el más fino y elevado de todos) se denominan silfos, o espíritus del aire. También se los conoce con el nombre de caballeros de la noche, los nacidos del viento, los ángeles de la tempestad, los Devas del aire, los nacidos de la mente, y con otras variadas denominaciones. Los antiguos creían que moraban en las nubes.

Estudios profundizados, no obstante, han probado que este grupo de elementales (en el que se incluyen las hadas y todos los seres con ala iridiscentes que se nombran en los cuentos de hadas de los niños) tienen más bien realmente sus moradas en la cima de las montañas que en el mismo aire.

Los silfos viven y tienen su ser en su propio éter, y, como los gnomos, se multiplican y viven en un mundo propio, en el que construyen sus castillos de aire con el elemento sutil que es el reflejo del plano mental. Su aspecto es muy variable, porque algunos se asemejan a seres humanos pero con proporciones ligeramente distintas. Se sabe que son alegres, excéntricos, caprichosos e inconstantes, y van de un lado para otro. Están siempre ocupados y trabajan con los pensamientos de los seres vivientes. Colaboran con los elementos aéreos del cuerpo humano, tal como los gases y éteres que se generan dentro de su propio ser, mientras las salamandras obran a través de la sangre y los elementos ardientes del cuerpo. Paralda, su jefe, vive según es sabido en la más alta montaña de la tierra. Los silfos ejercen poderosa influencia en todas las cosas en las que el aire es un importante factor. Los próximos dos mil años serán una edad aérea en la que la influencia de los silfos se manifestará en forma especialmente evidente, y la conquista del aire tiene mucho que ver con el descubrimiento de estos hechos latentes y ocultos.

Los antiguos afirmaban que las guerras, plagas, incendios, terremotos y otros cataclismos eran causados por grandes ejércitos de elementales que marchaban unos contra otros armados hasta los dientes, y que luchaban en los elementos de la Naturaleza. Por eso se decía que el trueno y el rayo eran causados por batallas entre los silfos y las salamandras, mientras que las lluvias y la marejada eran causadas por los silfos y las ondinas. Los movimientos de cuerpos en la tierra, los aludes y los ruidos subterráneos eran causados por las querellas que se producían entre las salamandras y los gnomos. Generadas por las explosiones de la pólvora, las salamandras frecuentan los campos de batalla. Como grandes ejércitos de seres de un rojo llameante, se alimentan también de las pasiones humanas, se convierten en obsesiones en la mente del hombre y se expresan a través de los éteres receptores de su cuerpo.

Los cuatro grupos - gnomos, ondinas, salamandras y silfos - forman los moradores naturales de los elementos etéricos. Su obra se lleva a cabo por medio de lo que se denomina el cuerpo húmedo de la tierra y los Logos Planetarios, y asimismo tienen sus polos correspondientes en el cuerpo del hombre.

Además, hay otros grupos de elementales, algunos productos de los fenómenos naturales, y otros generados por el hombre. Entre estos últimos cabe mencionar los elementales del pensamiento y la emoción, los fantasmas, los espectros, el Morador del Umbral, y las larvas. El último grupo (al que también se conoce con el nombre de cascarones etéreos) son los cuerpos de los individuos que, en el curso de la muerte, pasaron al plano astral. Al desechar el vehículo etérico poco después de haberlo hecho con la forma física, lo dejan tras sí en el éter, donde se desintegra lentamente. Estos cascarones están en la base de gran parte del porcentaje de las manifestaciones mediúmnicas, hecho que puede ser determinado sólo por medio del examen de los globos oculares del medium. Estos desechos son usados a menudo por los elementales y las larvas como vehículos temporarios de manifestación mientras flotan en el éter en el proceso de su desintegración. Debido a la sutil estructura de esos desechos etéreos, a menudo son necesarios muchos años para que la desintegración tenga lugar. De ahí que ejércitos de cuerpos etéricos floten como astillas de maderos errantes en el mar de la humedad etérea, desechados por sus primitivos dueños que desde hace mucho pasaron a otros planos de vida.

No hay comentarios: